Chipriotas y ucranianos, con
presupuestos muy inferiores al de los grandes clubes del continente, se han
ganado un puesto en cuartos de final de Champions y Europa League.
Vivimos en una sociedad en la que sigue habiendo clases
sociales, ricos y pobres, siendo los primeros de ellos los poderosos, los que
tienen el control del mundo, dejando a los humildes poco margen de maniobra.
Son los ricos los que toman las decisiones, las aplican y las disfrutan y son
los pobres las que las sufren y padecen. Esta situación, como no podía ser de
otra forma, se refleja en el fútbol desde hace muchos años. Los clubes con
grandes posibilidades económicas fichan jugadores de clubes medianos o
pequeños, incapaces de retener a sus estrellas con contratos multimillonarios
que les tapen los oídos ante los cantos de sirena de los conjuntos ricos.
Incapaces de competir con las superpotencias, los pobres se ven obligados a
pelearse por las migajas que dejan los otros, o sea, luchar por las últimas
plazas libres que den acceso a las competiciones continentales, si no es evitar
el descenso su objetivo prioritario. Esa es la verdad del fútbol, pero parece
que este año, los pequeños han decidido revelarse y comenzar a luchar con los
más fuertes.
Los dos equipos de Manchester, el Inter de Milán, el Paris
Saint Germain, el Tottenham… Muchos clubes con grandes recursos han sucumbido en
las dos Copas de Europa que se disputan en la actualidad, bien por falta de
intensidad, que no de calidad, bien por el buen hacer de otros equipos que, sin
unos presupuestos estratosféricos han conseguido colarse entre los ocho mejores
equipos tanto de la Champions League como de la Europa League en esta
temporada. Cierto es que aún quedan muchos grandes equipos que lucharán hasta
el final por alzarse con algún título, es lógico y normal, pero que sociedades
como el Metalist Járkov o el APOEL de Nicosia estén donde están demuestra
que en el fútbol los millones no todo lo
pueden.