domingo, 23 de octubre de 2011

De gatitos y leones

Cuando el 9 de julio de hace dos años, el Bernabéu se vestía de gala para recibir a Karim Benzema, un delantero argentino suspiraba en el sofá de su casa, sabiendo que otra vez, la enésima, tendría que volver a ganarse el cariño de la afición blanca. Gonzalo Higuaín había llegado a Chamartín sin llamar la atención, con un apellido que costaba pronunciar y con pocos goles conocidos en sus cortos 19 años de vida. Se vistió de blanco en un equipo que no lo estaba pasando bien, a la sombra de un Barcelona que tenía las de volver a ganar. Sin hacer ruido, el 'Pipita' se fue convirtiendo en 'Pipa', conquistando con esfuerzo y sacrificio a su público, a pesar de su inexperiencia y su evidente falta de puntería de cara a gol. Esa puntería se afinó en el momento más idóneo posible, cuando había que remontar un 1-3 del Espanyol en el feudo blanco. Daba la sensación de que había nacido una estrella en el Real Madrid. Pero no era fácil ganarse un puesto en la delantera con jugadores de la talla de Ruud Van Nistelrooy y Raúl. Y de nuevo, otro tanto de oro, el conseguido en el Sadar contra Osasuna, dio otra Liga a su equipo. La lesión del holandés y la edad del '7', propiciaron que en su tercera temporada Higuaín cogiera la delantera titular del equipo y rindiera tanto bajo las órdenes de Bernd Schuster como de Juande Ramos. Se había consolidado.